“Esto
corruptible tiene que ser revestido de incorrupción, esto mortal tiene
que ser revestido de inmortalidad. Y es un solo respiro entre esto y
aquello. De anciano a joven, del tiempo a la Eternidad...” |
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LA PARTIDA DE UN PROFETA La distancia de Tucson, Arizona, hasta
Jeffersonville, Indiana, es de mil setecientas cincuenta millas. Se toman
dos días y medio para manejar en carro, por lo que se conoce como la ruta
norteña¯sube por Nuevo México, atravesar la parte angosta de Texas,
Oklahoma, Missouri, y la punta sur de Illinois, para llegar a la región
del Valle Ohio de la parte sur de Indiana. Para la familia Branham ese era un camino muy
conocido. Desde cuando se mudaron a Tucson, casi tres años antes, habían
vuelto varias veces a su hogar en Jeffersonville, en particular durante
las vacaciones de verano y los días feriados cuando no había clases.
Durante esta visita el Hermano Branham tenía en mente predicar cuando
menos dos mensajes. Unos días antes de salir de Tucson, el
Hermano Branham le pidió a Billy Paul que llamara a Banks Wood, un síndico
del Tabernáculo Branham en Jeffersonville, para que él hiciera los
arreglos y alquilara el auditorio del Parkview Junior High School para las
reuniones. Dijo que uno de los temas que iba a predicar era El Rastro De
La Serpiente. Había estado lloviendo en Tucson por varios días,
y el pronóstico era para mal tiempo en los estados de Nuevo México y
Texas. La noche antes de salir de viaje, el Hermano Branham y Billy Paul
tomaron el acuerdo de vestirse en su ropa de cacería (pantalones y
chamarra de mezclilla) para el viaje, algo que por lo regular no hacían
cuando viajaban con la familia. Al Hermano Branham le gustaba salir bien
temprano, y ya para las seis de la mañana del día 18 de diciembre de
1965, la caravana de dos carros ya había salido del limite de la ciudad
de Tucson, rumbo al este por la carretera número 10. En el carro
delantero, un Chevrolet rojo del año, iba Billy Paul, su esposa Loyce, y
su hijo mayor, Paul, de cuatro años. El bebé, David, de trece meses, se
había quedado en Tucson con la niñera, Betty Collins. Siguiendo de cerca en una camioneta Ford de
color amarillento, venía el Hermano Branham, su esposa Meda, Sarah y
Joseph. El carro era modelo 1964, y tenía casi cincuenta y cinco mil
millas recorridas, pero parecía casi nuevo. El Hermano Branham tomaba
mucho interés en sus carros, y los mantenía limpios y en perfectas
condiciones. Por lo regular él cambiaba carros cada dos años, y el
modelo l966 que él había pedido de la fábrica ahora le estaba esperando
en Jeffersonville. En el asiento de atrás, Sarah, de catorce años,
cuidadosamente ajustó los brazos del retén de los nuevos frenos que tenía
en los dientes, luego alrededor del cuello abrochó la banda que mantenía
en su lugar todo el mecanismo tan incómodo. De noche usaba el retén, y
de vez en cuando durante el día aunque le estorbaba para hablar. Pero
ella recordaba lo que le había dicho el odontólogo, que cuanto más
usaba el retén entonces mucho antes podía deshacerse de los frenos, y
con eso se sonrió y se acostó en su mitad del asiento para dormir otro
rato antes de la parada donde tomarían el desayuno. En el otro extremo del asiento estaba Joseph,
de diez años. El no tenía sueño y no tenía planes de acostarse, pero
miró con mucho cuidado para estar seguro de que Sarah no haya cruzado esa
línea invisible que corre por la mitad del asiento y separa lo mío de lo
tuyo. Era rara la ocasión cuando él podía decir que era dueño de toda
la mitad de un asiento, y su intención era de gozarla. Normalmente el carro llevaría un pasajero más,
pero Rebekah, de diecinueve años, había permanecido en Tucson, aunque
sería la primera Navidad que no estaría con la familia. Pero ella tenía
dos razones por haberse quedado, la principal era que su novio, George,
estaría en Tucson porque tenía quince días libres del ejército. El segundo incentivo para quedarse era por razón
de una sugerencia del Hermano Branham de que ella junto con su amiga Betty,
que estaba cuidando al pequeño David, emplearan el tiempo de la ausencia
de la familia para mudar toda la ropa y cosas del pequeño apartamento de
la avenida Park a la casa nueva. Los muebles, que el Hermano Branham y
Rebekah habían comprado en un viaje especial a Phoenix el 10 de
diciembre, debían llegar antes de Navidad. Parecía un plan perfecto:
Cuando la familia regresaba a Tucson el primero de enero, sería su primer
día en la nueva dirección. Todo estaría listo y en su lugar. Pero mientras, dentro de la camioneta Ford, los regalos bien envueltos que la familia intercambiaría el día de Navidad habían sido colocados con mucho cuidado arriba de las maletas para que no se dañaran. Los paquetes más grandes eran regalos que el Hermano y la Hermana Branham habían comprado el uno para el otro: Para él un traje nuevo de color café de la tienda J C Penney, y para ella una bata muy bella y colorida. El maletín de cuero del Hermano Branham, que contenía su Biblia y las libretas con los mensajes que iba predicar en Jeffersonville, estaba bien escondido detrás del asiento trasero. Cuando los viajeros salieron del restaurante
después del desayuno en el pequeño pueblo de Benson, Arizona, el sol
estaba escondido detrás de nubes muy bajas. El pequeño Paul estaba
encantado de que le permitieron viajar por algunas horas con Joseph en la
camioneta de su abuelo, y pasó toda esa mañana brincando del asiento
delantero, entre el abuelo y la abuelita, al asiento trasero, entre Joseph
y Sarah. Después de la comida, en Alamogordo, Nuevo México, cuando Billy
Paul quiso llevarse a Paul a su carro para que durmiera un rato, el
Hermano Branham intercedió, y dijo: "Está bien. Déjalo que viaje
conmigo." Apenas habían pasado las seis de la tarde
cuando la familia se paré para cenar en el restaurante Denny's en Clovis,
Nuevo México. Ya habían viajado quinientas millas ese día, y tratarían
de llegar a la ciudad de Amarillo, Texas, para dormir, casi cien millas más.
Estaba haciendo frío, y por la radio supieron que ya estaba nevando en
Amarillo. Después decenar, que fue sólo un postre de
limón para el Hermanó Branham, Billy habló con su padre respecto a la
distancia que les quedaba por viajar. Mientras el grupo caminaba hacia los
automóviles, Joseph se dirigió hacia el carro de Billy Paul, luego se
detuvo y miró hacia su padre. Rara vez se le había permitido viajar en el
carro de Billy en tiempos pasados, pero en este día Paul ya había
alterado la rutina que normalmente seguían, lo cual era cada uno en su
propio carro. Él preguntó: "¿Puedo viajar ahora con Paul?" El Hermano Branham se fijó en Billy para
captar su reacción, luego respondió: "Seguro, vete con él por un
rato." Eran las siete cuando salieron del
estacionamiento del restaurante. Nuevamente, Billy iba adelante mientras
salían de la ciudad. Los dos muchachos hablaban quietamente en el asiento
trasero. En la camioneta que seguía de cerca, Sarah se extendió por todo
el asiento y rápidamente se durmió. El retén que atentamente había
empleado por todo el día, ahora estaba guardado en su estuche. Ocho millas más adelante, saliendo de Texico, una aldea situada en toda la línea que divide a Texas y Nuevo México, estaba un crucero difícil, donde el camino daba vuelta hacia el norte y se unía con la carretera 60, el camino que conduce a Amarillo. Billy Paul no tuvo ningún problema en dar esa vuelta. La verdad es que él y su padre habían pasado por allí muchas veces, y ambos conocían muy bien el camino. Pero al fijarse en el espejo retrovisor, se sorprendió al ver que el Hermano Branham, que venía siguiéndole de cerca, pasó por el crucero y ahora iba saliendo del pueblito hacia el sur. Rápidamente, Billy Paul se salió al lado de la carretera para esperar, sabiendo que en breves momentos el error se habría de descubrir y corregir. Pero para cuando el Hermano Branham llegó a donde estaba Billy y pudieron continuar, ya habían pasado casi cinco minutos. Eran las siete veinticinco, y la pequeña porción
de luna creciente que se apreciaba en el cielo ayudaba muy poco en
despejar la oscuridad de la noche. La carretera de dos carriles entre
Bovina y Friona, Texas, era plana y recta, con laterales amplios a cada
lado del pavimento. La velocidad máxima era de sesenta y cinco millas por
hora, precisamente la velocidad a que iba Billy Paul cuando rebasó el
carro que tenía de frente y luego se metió nuevamente a su carril. Momentos después, vio que venía hacia él lo
que pensó ser el faro singular de una motocicleta, y venía virando de un
lado a otro por la línea divisoria de la carretera. De repente pudo ver
que no era una motocicleta sino un automóvil al cual le faltaba un faro,
el del lado del conductor. Más de la mitad del vehículo estaba en su
carril, y ya casi lo tenía encima. Billy giró el volante violentamente
hacia la derecha causando que su carro se saliera completamente de la
carretera. Durante el instante en que controló su vehículo y lo devolvió
a la carretera, el otro vehículo, descontrolado, con el cual casi chocó,
literalmente explotó de frente con el carro que venía atrás. En el espejo retrovisor Billy Paul pudo ver el
momento del impacto. El sonido del choque cortó a través de la noche fría
en aquel llano de Texas como un trueno de guerra, envolviéndolo a él y
sellando en su mente para siempre los ecos de aquel rugido. Loyce comenzó a gritar: "¡Es el carro de tu papá! ¡Es el carro de tu papá!" Pisé duro en el pedal del freno y giró el carro en ciento ochenta grados, dirigiéndose hacia la escena del choque. "¡El carro que yo rebasé estaba entre nosotros y Papá!" Era una respuesta frenética que a la vez era una pregunta y una súplica desesperada. Cuando la luz de sus faros penetró el aire polvoroso y lleno de escombros, pudo ver algunos resultados de la destrucción todavía girando debido a la fuerza del impacto. Penetraciones del asfalto y aceite derramado le llamaban la atención hacia la izquierda, y dirigió su carro en esa dirección. En los confines de la luz estaba un cuadro de
ruina total La camioneta Ford estaba a un ángulo con la carretera, con la
frente hacia el este y todavía sobre las cuatro ruedas, pero el lado del
chofer había sido transformado en una erupción de alambres y metal
torcido. No había cinturones de seguridad, que al haberlas, hubieran
ofrecido algo de protección a los ocupantes del vehículo. De los tres
pasajeros, sólo se podía ver el Hermano Branham. De la cintura para
abajo estaba prensado entre la puerta triturada y la columna direccional,
y su cabeza y hombros estaban proyectados por la parabrisa destrozada. La
luz áspera de los faros destacaba su rostro, que estaba volteado hacia
fuera. Cuando vio a su padre, Billy Paul tomo aliento detenido en un
llanto sofocante: "¡Está muerto!" Para cuando el carro se detuvo completamente
al lado de la carretera, Loyce ya había abierto la puerta y estaba
corriendo hacia la camioneta arruinada. Instintivamente, Billy Paul
instruyó a los dos muchachos que se quedaran adentro del carro con las
puertas aseguradas; luego, lleno de horror, corrió al lado del Hermano
Branham. Pero antes de llegar, vio la cabeza del Hermano Branham caer
hacia delante, y al instante estaba estrechando los dos brazos por encima
del armazón torcido para tomar la cabeza de su padre en las manos. Desde adentro del Chevrolet estacionado se
pudo escuchar el grito aterrorizado de un niño, y era que la mente joven
de Joseph estaba asimilando todo el cuadro tan violento y espantoso.
Inesperadamente, el Hermano Branham preguntó: "¿Quién fue?" En una voz temblorosa, Billy Paul dijo:
"Es Joseph, Papá." Después de un momento el Hermano Branham
respondió: "Dile a Joseph que todo esté bien." El vehículo con un solo faro era un Chevrolet
modelo 1959, conducido por un joven trabajador de campo de 17 años de
edad, llamado Santiago Luis Ramos. Menos de treinta días antes, Ramos había
sido puesto en libertad del reformatorio estatal, y apenas tres días
antes había comprado el carro usado, dejando cien dólares de enganche.
Había estado bebiendo alcohol junto con sus tres amigos que le acompañaban,
y también traían alcohol en el carro en ese momento. Pero ahora, el
cuerpo de Ramos estaba boca hacia abajo en el centro de la carretera. El
estaba muerto y sus tres amigos estaban gravemente heridos. El conductor del vehículo que venía
inmediatamente atrás del Hermano Branham, un Sr. Busby, estaba intentando
ayudar a los pasajeros del carro de Ramos. Otros conductores se
detuvieron, mientras que otros gritaron que iban a ir en busca de auxilio.
Friona, la ciudad más cercana, estaba a seis millas más hacia el este. Desde el suelo detrás del asiento delantero,
Billy Paul pudo oír a Sarah mientras ella gemía debajo de todo el
equipaje que se le había venido encima. Desde el otro lado de la
camioneta Loyce gritó: "¡Billy, tu mamá está muerta!" El
corrió al otro lado donde la Hermana Meda estaba hecha una bola en el
piso debajo del tablero, prensada entre el asiento y el aparato de
calefacción. Momentos muy desesperados estaban pasando mientras él le
buscaba el pulso, primero en el cuello y luego en el brazo, pero no había
nada. Dirigiéndose nuevamente al otro lado del
carro y llegando lo más cerca que pudo a donde estaba su padre, Billy
Paul dijo: "Papá, yo sé que estás herido de lo más grave, pero no
sé cómo sacarte de aquí sin lastimarte aún más. Tengo que esperar
hasta que llegue el equipo de rescate. Puedo oír a Sarah, y creo que va a
estar bien. Pero Papá, creo que Mamá ha muerto." El Hermano Branham levantó la cabeza un
tantito, y preguntó: "¿Dónde está?" Billy le respondió: "Esté a tu
derecha." Su brazo izquierdo estaba molido en la puerta
destruida, y aun el menor movimiento debe haber multiplicado centenares de
veces la agonía ardiente que estaba sufriendo, pero de alguna manera él
se extendió lo suficiente para colocar la mano derecha sobre su esposa.
En una voz apacible él oró: "Señor, no permitas que Mamá muera. Sé
con nosotros en esta hora." En cuestión de momentos la Hermana Branham
comenzó a moverse, luego Billy Paul la pudo oír gimiendo. El preguntó
que si debiera hacer el intento de sacar a su mamá del carro. "No, déjala
quieta," le instruyó su padre, "y también deja a Sarah." La sirena de la ambulancia se oía desde lejos
mientras penetraba la oscuridad, y se acercaba. Las primeras víctimas que fueron llevadas al
hospital fueron la Hermana Branham y Sarah, mientras que los agentes de la
patrulla de caminos y otros equipos de rescate que habían llegado a la
escena trabajaban con Billy Paul para sacar al Hermano Branham del carro
chocado. La ambulancia hizo un segundo viaje, y luego un tercer viaje
desde la escena del choque hasta el hospital, en Friona con el muerto y
los heridos del otro carro. Para entonces ya hablan pasado cuarenta y
cinco minutos, y todavía no habían logrado sacar al Hermano Branham.
Todo medio disponible había sido empleado para tratar de remover la
puerta del lado del chofer, pero sin éxito. Los agentes de rescate sabían
que se precisaba tomar acción inmediata si esperaban que este hombre
sobreviviera. En la línea de tráfico, que se extendía por
seis millas en ambas direcciones, habla un hombre manejando un pick-up
equipada con doble tracción y una cadena bien fuerte, el cual ofreció
para ayudar en el rescate. En una operación peligrosa pero desesperada,
una grúa aseguró su cadena al parachoques trasero de la camioneta
chocada, mientras que sujetaron la cadena del voluntario a la parte del
armazón del lado izquierdo de la parabrisa. Cuando Billy Paul dio la señal,
comenzaron a jalar el carro de ambas direcciones, causando que se abriera
un pequeño hueco en la torcedura. En el pequeño espacio creado, él pudo
encaramarse sobre el hombro derecho de su padre y extender la mano debajo
del tablero para desenredar la pierna izquierda que estaba envuelta en la
columna direccional. Por fin el Hermano Branham estaba libre de la trampa
de hierro que lo tenía sujeto. "Sujétame Pablo," dijo él,
mientras cayó en los brazos de su hijo y fue sacado del carro. En cinco minutos la ambulancia había
entregado el paciente más grave a la sala de emergencia en el pequeño
hospital en Friona. Permitieron a Billy Paul acompañar a su padre en la
ambulancia para el traslado. Totalmente consciente, pero en una voz que
estaba menguando, el Hermano Branham preguntó: "¿Tengo puesta la
peluca?" Durante los meses antes del accidente, el
Hermano Branham había usado la pequeña peluca con más frecuencia, pero
acostado allí en la ambulancia veloz la pregunta parecía demasiada
irracional. Pero aún más sorprendente era su respuesta cuando Billy le
dijo que sí la traía puesta. Le mandó: "Quítamela." Con ternura, Billy Paul colocó una mano
temblorosa en la cabeza de su padre y le dio varios estirones a la peluca
que estaba bien sujetada; no lo suficiente para lastimarlo, pero
suficientemente para que lo hubiera sentido. "Papá, está muy bien
pegada. Más tarde la podemos quitar." "¡Quítamela!" Esta vez ya no era una petición cortés. Achicando los ojos en la oscuridad en que se encontraban, Billy Paul trató, pero en vano, de enfocar en los ojos de su padre, conociendo muy bien la mirada penetrante que siempre acompañaba esa voz de autoridad. Sin más titubeo, arrancó la peluca de la cabeza del profeta. Cuando la última ambulancia llegó al
hospital, ya hablan llevado a Sarah y la Hermana Branham a otro piso para
tomar radiografías. Loyce y los niños estaban en la sala de espera,
recibiendo amparo de una familia local quienes eran testigos oculares del
accidente y se habían quedado para ofrecer ayudar en lo que pudieran. Aun
cuando habían llevado su padre a otro cuarto para examinarlo, Billy Paul
no podía entregarse a la debilidad que sentía. Halló un teléfono y
llamó a su casa en Tucson, donde su hermana Rebekah se estaba quedando
con su amiga, Betty. El personal médico de turno esa noche no podía
ofrecer ninguna palabra de ánimo con respecto a la condición del Hermano
Branham. Al ver las radiografías se dieron cuenta de que no estaban
equipados para un caso tan grave, y rápidamente comenzaron a preparar el
paciente para el traslado al Northwest Texas Hospital en Amarillo, una
distancia de setenta millas. Pero, a pesar de los planes, pasarían varias
horas antes de que se efectuara el traslado. Una reducción peligrosa de la sangre a través
del tejido del cuerpo produce una condición llamada Shock (choque). Si la
víctima no recibe una infusión inmediata de sangre, el pronóstico es
coma y luego muerte. Billy Paul acababa de colgar el teléfono cuando uno
de los médicos lo llamó a un lado: "Mira hijo, a tu padre no le
podemos ofrecer muchas posibilidades. Puede ser que esté entrando ahora
mismo en estado de shock y aquí no tenemos suficiente sangre para
ayudarlo. Me urge saber qué tipo de sangre tienes." Aunque a primera consideración parecía que
Billy Paul seria un donador aceptable bajo estas circunstancias
desesperadas, cuando realizaron una prueba de compatibilidad hallaron que
sí compartían sangre del mismo tipo, pero la sangre de Billy Paul contenía
factores Rh, y por lo tanto no era compatible con la de su padre. El
Sheriff local, que también compartía sangre del mismo tipo, fue probado
para compatibilidad, y fue aprobado como un donador compatible. Para cuando prepararon la primera unidad de
sangre, la presión de la sangre del Hermano Branham estaba tan
extremadamente baja que para poder recibir la transfusión, fue colocado
sobre una cama que podían ajustar a donde casi estaba parado de cabeza.
En las próximas ocho horas le pudieron dar tres unidades de sangre. Cuando los médicos se dieron cuenta de que sería un buen tiempo antes de que la condición del Hermano Branham estuviera suficientemente estabilizada para aguantar el traslado al hospital en Amarillo, decidieron enviar a Sarah y la Hermana Branham de una vez. Ya habían prestado todo el cuidado preeliminar disponible a ambas pacientes, pero ellas también necesitaban del tratamiento de emergencia que sólo existía en aquel hospital más grande. Madre e hija estaban inconscientes, y los exámenes revelaron una contusión, laceraciones, y huesos quebrados. Sus radiografías fueron colocadas en un sobre en cada camilla, luego colocaron otra cobija sobre cada paciente y las llevaron a la ambulancia. Billy Paul ahora estaba solo en la sala de espera. Todo estaba quieto con la excepción del latir de su corazón en sus oídos. El sabía que ya para esa hora muchas personas estaban de rodillas orando por la familia Branham, y le fue de gran consolación. Loyce y los dos niños habían aceptado la invitación de una familia amorosa a descansar unas horas en su hogar. El médico entró para avisar que la presión arterial del Hermano Branham había subido un poco, y que dentro de poco estaría listo para el traslado a Amarillo, en donde el personal del hospital ya había sido alertado y estaban preparados y esperando su llegada. Billy Paul, no habiendo dormido en más de 24 horas, fue ofrecido un asiento en la ambulancia al lado de su padre y una enfermera. El aceptó agradecidamente. Eran las seis de la mañana, domingo, 19 de diciembre. Al llegar al Northwest Hospital en Amarillo, la
Hermana Branham fue colocada en la Unidad de Cuidado Intensivo (UCI). El
diagnostico fue que tenía una contusión muy grave, laceraciones en la
cabeza y en el cuerpo, un hueso destrozado en la pierna izquierda, y una
herida profunda, también en la pierna izquierda. Tenía la cara hinchada
a tal grado que era irreconocible y permanecía inconsciente. Sarah estaba semiconsciente, y fue colocada en
una habitación privada en el segundo piso. Varios especialistas ortopédicos
examinaron las radiografías tomadas en Friona y estaban animados con lo
que vieron. Aunque padecía de fracturas en siete vértebras, al parecer
la columna vertebral no estaba dañada, y gozaba de tacto en los brazos y
piernas. Por lo pronto sólo podían inmovilizar su cabeza y columna, y
recetar grandes dosis de drogas. Al recobrar la conciencia totalmente el
dolor sería insoportable. Su recuperación tomaría mucho tiempo. Sarah también estaba sufriendo de otra herida
que precisaba atención especializada, su boca. En el momento del impacto
ella pegó con la cara violentamente en la parte trasera del asiento
delantero, y ahora los frenos estaban hundidos en la carne de sus labios.
Habían llamado un odontólogo al hospital para el trabajo tedioso de
cortar los alambres de los frenos para entonces poder aliviarle la boca.
Si no hubiera sido por los frenos, no cabe duda que hubiera perdido quizás
todos los dientes. Por otra parte, si hubiera tenido puesto el retén, las
puntas agudas le hubieran penetrado la boca y el resultado hubiera sido
fatal. A las siete y media de la mañana llegó al hospital la ambulancia con el Hermano Branham, y lo llevaron inmediatamente al quirófano. Después de verificar la condición de su madre y su hermana, Billy Paul halló un teléfono y comenzó a llamar a los parientes y amigos para informarles de las condiciones actuales. Estando totalmente agotado, casi ni se dio cuenta cuando a la media hora entró el Hermano Pearry Green, de Tucson, Arizona, y le puso un brazo sobre el hombro. Le dijo: "Hermano Billy, has hecho más que lo suficiente," y con cariño le quitó el teléfono. A un lado de la Unidad de Cuidado Intensivo
donde estaba el Hermano y la Hermana Branham, había una sala de espera la
cual se estaba llenando con parientes y amistades que estaban llegando de
todos los Estados Unidos. Para esa tarde había más de treinta rostros
ansiosos esperando informes del visitante singular que el hospital permitía
entrar por cinco minutos cada hora. Rebekah y su prometido, George Smith, llegaron
al hospital a las tres de la tarde. Todavía quedaban treinta minutos
antes de que oficialmente permitieran al siguiente visitante, pero las
enfermeras cariñosamente permitieron que Rebekah viera a sus padres. En el cuarto grande que era la Unidad de
Cuidado Intensivo había doce camas, todas ocupadas. El puesto de las
enfermeras estaba a la derecha de la puerta, y de frente tenían seis
camas, cada una separada de la otra por una cortina blanca. La cama del
Hermano Branham era la más próxima a las enfermeras. Su brazo y pierna izquierda estaban
inmovilizados, pero aún no los habían enyesado. Los huesos del brazo
estaban rotos en tantos lugares que los médicos no sabían si en realidad
sería posible realinearlos correctamente. Tenía la cabeza demasiadamente
hinchada y los ojos abiertos pero sin enfocar (una síntoma de la herida
al cráneo). Habían hecho una traqueotomía, la cual hacía cada respiro
parecer un gran esfuerzo. El ya no respondía a estímulos externos, y los
médicos dedujeron que ya estaba en una coma profunda. La Hermana Branham estaba en la tercera cama
del lado izquierdo, todavía inconsciente y su condición era crítica. Sarah ya había recobrado conocimiento pero sólo podía mover los ojos. No podía formar palabras por razón de las laceraciones en la boca, y el ajuste mínimo de la cobija le causaba dolor que ni la morfina podía controlar. A través de las ventanas de la sala de espera los cielos parecían tenebrosos y ominosos para los hermanos que mantenían la vigilia. De ninguna manera admitirían en su mente lo impensable. Oraban celosamente, y esperaban alguna señal de parte de su amado profeta. El día martes la Hermana Branham volvió en sí,
pero permanecía confundida en su modo de pensar. No recordaba nada en
absoluto del accidente, pero sí pudo reconocer amistades y parientes.
Constantemente preguntaba: "¿Adónde está Bill?" Le respondían
francamente, pero a los pocos momentos ella repetía: "¿Dónde está
Bill?" La trasladaron a un cuarto cerca de Sarah en el segundo piso. El miércoles, 22 de diciembre, ya el cuarto día,
los visitantes notaron que el ojo izquierdo del Hermano Branham estaba más
hinchado. Los médicos habían estado vigilando de cerca la condición de
ese ojo por cuarenta y ocho horas; ahora, después de unos exámenes,
determinaron que esto era porque el ceso estaba hinchado. Requerían el
permiso inmediato de la familia para operar y quitar una porción del
cerebro sobre la sien izquierda, y de esa manera permitirle más lugar al
seso. Explicaron que si permitían que el ceso tocara el cráneo la muerte
sería instantánea. Sesenta y cinco hermanos estaban en la sala de
espera cuando Billy Paul salió y anunció que necesitaban intervenir con
cirugía inmediatamente, y pidió que todos los santos oraran con él
antes de firmar, otorgando el permiso a los médicos. Después de la oración
comenzaron a cantar muy lentamente, En Las Alas De Una Paloma Blanca. A
través de la ventana entró un rayo de la luz del sol que milagrosamente
había penetrado la interminable capa de nubes, e inundó todo el cuarto
con una calma. Era la primera señal que habían visto. Según la evaluación del médico, tuvieron éxito
con la cirugía, y el Hermano Branham fue regresado a la UCI. En preparación
para la cirugía le rasuraron la cabeza y le pusieron una capa de ungüento
sobre el ojo izquierdo que permanecía abierto. Distintos hermanos tomaron su turno en
contestar el teléfono que había sido instalado para el beneficio de
tanta gente que deseaba saber de la condición del Hermano Branham. Día y
noche entraban las llamadas de distintas partes del mundo, de los
seguidores alarmados y afligidos: "¿Es verdad lo que ha pasado?
Desde luego, el Hermano Branham sanará, ¿no es así? ¡Este será el
mayor milagro de todo su ministerio, ya van a ver!" El jueves, el Doctor Hines, un especialista de los huesos, habló con la familia respecto al brazo izquierdo del Hermano Branham. Comenzando con una condición que él mismo pensaba irreparable el día domingo, los huesos ahora se habían alineado por su cuenta a donde pensaba que podría salvar el brazo. Si todo seguía en este curso entonces en unos dos días iba poder enyesar el brazo. Esta era la primera noticia buena que habían recibido, y por primera vez en cinco días ahora había porqué sonreír. A las cuatro y treinta y siete de la madrugada
del 24 de diciembre el Hermano Branham dejó de respirar por su cuenta y
fue colocado en la respiradora. Las enfermeras reconocían los síntomas y
sabían que el fin estaba próximo, y trataron en vano de preparar la
familia para las próximas horas. Pero ellos se mantuvieron firmes en su
creencia de que Dios proveería el milagro que necesitaban. La condición
de la Hermana Branham seguía mejorando, y el soporte ortopédico que le
habían puesto a Sarah le estaba aliviando un poco del dolor. A cualquier
momento esperaban escuchar el anuncio, avisando que el Hermano Branham había
recuperado milagrosamente. Pero a través del día los médicos no
informaron de ningún cambio en la condición del Hermano Branham. A la
hora de la cena Billy Paul estaba en el comedor del hospital cuando recibió
la noticia que el Doctor Hines que deseaba hablar con él. Apresuradamente
volvió a la sala de espera de la UCI y la enfermera lo llevó
directamente al consultorio que estaba al lado de la estación de las
enfermeras. El pudo ver que la cortina estaba cerrada alrededor de la cama
del Hermano Branham, pero eso no era nada fuera de lo común. En otras
ocasiones la familia había sido llamada al consultorio, y ahora Billy
Paul estaba diciendo entre sí mismo que no había porqué estar alarmado.
Además, el Doctor Hines sólo era el especialista ortopédico, no el neurólogo
el cual lidiaba con los problemas graves. El Doctor Hines entró al cuarto. "Sr.
Branham, tengo que darle esta noticia grave. Su padre falleció esta tarde
a las cinco cuarenta y nueve." En varias ocasiones el Hermano Branham le dijo
a distintos amigos: "Si alguna vez oyen decir que he partido, deténganse
por unos momentos y canten un coro de Sólo Creed en mi memoria."
Ahora, en esa sala de espera, sesenta y cinco varones se pusieron de pie y
entonaron las palabras y la melodía: Sólo crea; sólo crea; todo es posible
sólo creed Y, de alguna manera, parecía que hallaban consuelo en
las palabras, mientras que en cada corazón estaba la interrogativa:
"Dios, ¿y ahora qué?" Muy cerca del horizonte en el oeste, el sol,
la luna y la estrella vespertina parecían estar tan cerca el uno del otro
como que tocarían. Después de la partida del profeta, el
personal de la UCI dio permiso para que siete amigos del profeta se
reunieran alrededor de su cama por última vez antes de que el cadáver
fuera removido por el director de la funeraria. Estando muy agradecido por
su atenta cortesía, Billy Paul se dirigió al Hermano Pearry Green, que
estaba a su lado, y le pidió que nombrara siete de entre los sesenta y
cinco varones presentes. Con su espalda hacia ellos, el Hermano Green
pronunció los primeros siete nombres que le vinieron a la mente: Holin
Hickerson, Vemon Mann, Orlin Walker, Richard Blair, Welch Evans, John
Martin, Earl Martin. Cuando el Hermano Branham fue traído a la UCI
el 19 de diciembre, habían otros once pacientes muy graves recibiendo
atención. Durante aproximadamente 130 horas que él estuvo en esa sala,
no hubo una sola muerte, aunque un paciente sufrió paro del corazón
cinco veces en una sola noche. Casi todos los pacientes ya habían sido
trasladados de la UCI, y el lugar estaba quieto cuando los amigos se
reunieron alrededor de la cama del profeta. Citando de Segunda de Reyes 2:12, uno de los
hermanos repitió las palabras de Eliseo: "¡Padre mío, padre mío,
carro de Israel y su gente de a caballo!" Cuando los siete hermanos hubieron salido de
la UCI, el cadáver del Hermano Branham fue colocado sobre una camilla y
cubierto con una cobija roja. Una vez más, Billy Paul se dirigió al
Hermano Green, el cual había sido su amigo desde los días cuando
asistieron juntos a la escuela Bíblica, y le dijo: "Pearry, lleva a
Papá a casa" Antes de partir de Amarillo con el cadáver del profeta, el Hermano Green recibió de Rebekah la caja que contenía el traje nuevo de color café, el cual hubiera sido el regalo de navidad de la Hermana Branham para su esposo. El lo llevó y lo entregó al Sr. Coots, el director de la funeraria en Jeffersonville. El ataúd que fue usado para transportar el cadáver del profeta de Amarillo a Jeffersonville fue usado después por el Sr. Coots para el entierro de un indigente. Al día siguiente se hicieron los arreglos para
transportar a la Hermana Branham, Sarah, Billy Paul, Loyce, Joseph,
Rebekah y George. Se alquilaron dos avionetas que podían acomodar una
camilla en cada una, y temprano el día domingo la familia comenzó la última
etapa de su viaje fatal a Jeffersonville. El soporte de Sarah, un armazón
de aluminio forrado con cuero, mantenía su cuerpo rígido desde el cuello
hasta pasando la cintura. Cobijas bien enrolladas prohibían que se
moviera mientras que la camilla fue instalada en la avioneta. Antes de irse del hospital, las enfermeras le
ayudaron a la Hermana Branham a ponerse la bata nueva. Ella había pedido
que se la pusieran, aunque todavía no podía mantenerse sentada y viajaría
acostada sobre una camilla. Amigos que estaban volviendo a Tucson se
llevaron al pequeño Paul y lo cuidaron hasta cuando la familia volvió. El servicio fúnebre del Hermano Branham se
celebró el 29 de diciembre en el Tabernáculo Branham. Centenares de
personas llenaron el auditorio y también el estacionamiento. Habían
venido a ofrecer sus respetos finales a un hombre cuya vida y ministerio
anunciaron la Segunda Venida del Señor Jesucristo. Al llegar a Jeffersonville, la Hermana Branham
y Sarah fueron trasladadas por medio de ambulancia al Clark County
Memorial Hospital. No pudieron asistir al servicio fúnebre. Aunque Billy Paul sabía que el demorar el
entierro del cadáver del profeta daría lugar a rumores
desproporcionados, a la vez sabia que el derecho de escoger en dónde se
sepultaría le pertenecía a una sola persona, la Hermana Branham.
Ciertamente no era una decisión que se haría sin consideración
adecuada, aun por una persona con todos sus cabales, y la pura verdad era
que ella simplemente no tenía la capacidad en ese tiempo de hacer esa
decisión. Aunque su condición iba mejorando de día en día, los médicos
le informaron a Billy Paul que sería cuestión de varias semanas hasta
cuando ella estaría suficientemente recuperada para entender bien lo que
se le estaba pidiendo. La única opción lógica era de demorar el
entierro hasta cuando ella pudiera decidir por su propia cuenta, y así
fue. Después del servicio en el Tabernáculo, el ataúd conteniendo el
cadáver del profeta fue devuelto a la Funeraria Coots en el centro de
Jeffersonville, donde fue guardado en un depósito por un poco más de
cien días. El 11 de abril de 1966, el cadáver del Hermano Branham fue enterrado en Eastern Cementery, que está a una cuadra del Tabernáculo Branham. El día del funeral del Hermano Branham, cerraron las calles alrededor del Tabernáculo para que hubiera suficiente estacionamiento para la multitud de gente.
"Ahora él pertenece a las edades"*
Epílogo La Hermana Branham fue despedida del hospital
el 15 de enero de 1966. La recuperación de la herida en la pierna tomó
varios meses, y los efectos de la concusión duraron más de un año. Jamás
recuperó su memoria de los días inmediatamente antes del accidente, o
del accidente mismo. La Hermana Branham partió con el Señor el 12 de
mayo de 1981. Está sepultada junto a su esposo. Sarah permaneció en el hospital hasta el 5 de
marzo de 1966, pero continuó con el soporte ortopédico por once meses más.
Hoy día está casada y tiene ocho hijos. La familia se mudó a la casa nueva en Tucson,
Arizona, el día 23 de octubre de 1966. Sentía carne de gallina en los brazos. Lo que estaba mirando era una piedra en forma de pirámide con ángulos agudos, y una mesa formada de piedra. *Palabras habladas por el Secretario de Guerra, Edwin Stanton, en la ocasión de la muerte del Presidente Abraham Lincoln, el 14 de abril de 1865.
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Billy Paul Branham Papá y yo viajamos muchas millas juntos, y vimos muchas cosas, mucho accidentes. Yo había visto a personas morir. Tomado de: Un Testimonio Personal por Billy Paul Branham; Phoenix, Arizona; 26 de enero de 1966.
Rebekah Smith George y yo habíamos aceptado una invitación de parte de Pearry y Janice Green para visitarlos en su hogar la noche del día 18; y cuando él llego a la casa de Billy Paul para buscarme (yo y Betty nos estábamos quedando allí mientras la familia andaba de viaje), ya se estaba oscureciendo. Esto ya me tenia preocupada porque ni él ni yo conocíamos bien el camino a la casa de los Green, una casa campestre en el extremo oriente de Tucson, y tenía temor de que no podríamos dar con la casa de noche. Una hora más tarde estábamos preguntando por tercera vez cómo llegar y yo ya estaba en lágrimas. George me aseguró: "Ya sé que estamos cerca", pero yo simplemente quería regresar a casa. En realidad no tenía nad que ver con el hecho de no poder dar con la casa de los Green, de todo corazón deseaba estar en nuestra casa, en la avenida Park, pero no sabía el porqué. Eran las siete y media cuando por fin hallamos la entrada a la casa, y me sequé los ojos y decidí que me estaba imaginando cosas.
Jack Palmer Eran como las dos de la mañana del 19 de diciembre, cuando recibimos una llamada de nuestros amigos en Tucson, avisándonos del accidente. Me decidí ir a Amarillo, para prestar ayuda a la familia en lo que pudiera, y para las ocho de la mañana ya estaba de viaje.
Richard Blair Cuando nos llamaron a entrar al cuarto en la hora de la partida del Hermano Branham, me acuerdo que su mirada era hacia el este. La expresión que mostraba era la de un soldado valiente. La mirada firme me expresaba estas palabras: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe."
Pearry Green Estaba alarmado e indeciso cuando al principio me dijeron que era necesario embalsamar el cadáver para el traslado a otra región del país, pero luego me acordé de que en las Escrituras Lázaro había estado vendado, y también embalsamaron a Jesús. Según la Palabra de Dios esto no les había impedido a ellos. Resueltamente me dirigí hacia el director de la funeraria y firmé los papeles para que prosigan con el
embalsamamiento. Tomado de: The Acts Of The Prophet, por Pearry Green, páginas 172-174.
MAS ALLÁ DE ESTE ULTIMO RESPIRO por William Branham El otro día temprano estaba acostado en la cama, y me puse a pensar de cómo sería en aquella teofanía o cuerpo celestial. ¿Sería el caso de que yo pudiera ver a mis preciosos amigos, o más bien sólo vería pasar una niebla blanca, y decir: "Allí va el Hermano Neville?" Con frecuencia he pensado en eso.
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