La Sanidad de la Hermana Smith por
|
||
Deseo
dar mi testimonio para el beneficio de los Santos de Dios a través de
todo el mundo, de cómo creo que Dios preordenó un encuentro que tuve
con el Hermano Branham allá en el año 1964. En
aquel tiempo era muy difícil hablar con el Hermano Branham por razón
de la mucha gente que lo buscaba. Pero en agosto de 1964 me entró un
deseo ardiente de ir a Jeffersonville, Indiana. Traté de conseguir que
me acompañara un amigo, porque él tenía un buen automóvil, y en
cualquier otra ocasión 61 hubiera ido. Pero esta vez él no sentía
deseos de ir. Me hizo la pregunta: "¿Sabes que el Hermano Branham
va estar allí?" Dije:
"No, no sé, pero tengo el deseo de ir y voy a ir." Era
un viaje de 465 millas, y el único carro que tenía disponible era un
Studebaker Champion, modelo 1950. Con un carro de catorce años de edad
y el viaje siendo tan largo, no sé por qué aún tenía tantos deseos
de ir. Pero sentía que mi carro podía ir y venir. Comencé
a llamar para ver quienes más desearían ir conmigo. Tenía a mi hija,
la cual era pequeña en aquel tiempo, y me la iba a llevar. Llamé al
Hermano y la Hermana Smith, y me dijeron que sí gustarían ir. Entonces
muy temprano al día siguiente, nos subimos al carro y viajamos hasta
Jeffersonville, Indiana, llegando en la tarde del mismo día, el primero
de agosto. Nos hospedamos en el Hotel Riverview, que estaba en las
riberas del Río Ohio. Tenía
conocimiento de un lugar llamado Beck's Grill, era un comedor y no
quedaba muy lejos del hotel. Yo había comido allí anteriormente y me
habla gustado, y decidimos ir allí a tomar algo. Ya
era la tarde del día sábado, y cuando estábamos terminando con
nuestro alimento en este lugar, el Hermano Smith me hizo señas y me
dijo: "Mira, allí viene entrando el Hermano Branham." Tenía
puesto su sombrero y tuve que mirar otra vez para estar seguro de que
era él. El Hermano Smith me dijo: "Hace quince días soñé al
Hermano Branham, y lo vi con ese sombrero." Pues,
Uds. se imaginan, era algo emocionante para nosotros. Yo había visto al
Hermano Branham en el púlpito, pero nunca había tenido el privilegio
de saludarlo o estrecharle la mano. Recogí las cuentas de la mesa, y
dije: "Esta vez me voy a acercar lo suficiente como para
estrecharle la mano." El
había llamado por teléfono y sólo había pasado para recoger la
orden. Llegué hasta donde estaba y dije: "Hermano Branham, quiero
decirle que es un gran privilegio poder estrecharle la mano." Y
mientras lo saludaba, él me preguntó: "¿Han venido Uds. para la
reunión del día de mañana?" Dije:
"Sí señor, a eso hemos venido." Yo
tenía las cuentas en la mano izquierda, y sin saber cómo lo hizo, él
extendió la mano y me las quitó, y dijo: "Estas cuentas las pago
yo." Dije:
"Hermano Branham, nosotros podemos pagarlas." El
dijo: "No. Uds. son mis hijos." En
ese momento el Sr. Beck le entregó su orden. Con él estaba su hijo José,
y los dos pasaron a la mesa donde estaban sentados el Hermano y la
Hermana Smith. El Hermano Branham se quitó el sombrero y se inclinó
hacia la Hermana Smith, como un genuino caballero de la parte sur de los
Estados Unidos. Tiempo después la Hermana Smith dijo: "Una cosa sí
puedo decir, que en toda mi vida he conocido cuando menos a un genuino
caballero." El
Hermano Branham se quedó parado allí junto a nuestra mesa por largo
rato, y nos comenzó a hablar del Mensaje que Dios le había revelado
respecto al futuro hogar de la Novia terrenal y el Novio celestial. Y
nos comenzó a decir cosas que Dios le había mostrado al respecto. Mientras
estaba allí parado frente a nosotros, alzó las dos manos a la cabeza y
dijo: "Le pregunté al Señor, 'Dios, ¿eres Tú o estoy perdiendo
la mente?' Y el Señor me aseguró que era El." Mientras
que hablaba de las glorias de aquel lugar, yo me estaba llenando por
dentro y comencé a llorar. Con las lágrimas corriendo por las
mejillas, dije: "Hermano Branham, con todo eso que Ud. está
diciendo me estoy volviendo muy nostálgico." Se me acercó, y con un
brazo sobre mi hombro, me miró en los ojos y dijo: "Hermano, ya no
falta mucho. Estamos en el último trecho de la carrera. Al
día siguiente fuimos al Tabernáculo, y él predicó el mensaje: El
Futuro Hogar De La Novia Terrenal Y El Novio Celestial. Cuando
salimos del culto ese día, me subí al carro y pisé el freno, pero no
tenía nada de freno. Pisé el pedal repetidamente y parecía que tenía
un poquito de freno, entonces encendí el motor y nos dirigimos a la
gasolinera más cercana. Apenas pude parar el carro y le dije al señor
que los frenos me estaban fallando. El revisó el cilindro principal, y
estaba seco. Lo llenó, y luego se puso a revisar el cilindro en cada
rueda. El cilindro de la rueda trasera del lado derecho estaba botando
el líquido. Me dijo: "Ud. tiene un cilindro quebrado." Le
pregunté: '¿Ud. me lo puede arreglar? Tenemos un viaje largo por
delante y la Hermana Smith viene enferma. Me urge llevarla a casa."
Ella había estado sufriendo con una condición de los riñones, y
estaba muy pálida. Yo estaba preocupado por ella. El
mecánico me dijo que por ser día domingo, él no podía hacer la
reparación sino hasta el día siguiente, pero me sugirió que quizás
al comprar varias latitas del líquido para los frenos así podía añadirle
a medida que se iba gastando. Me
acuerdo que a ese hombre le compré cuatro latas de líquido para
frenos, marca Inland, y salimos. Habíamos recogido otro pasajero, el
Hermano Coggins, el cual era un antiguo ministro del Evangelio. El había
estado en la reunión y estaba buscando cómo regresar a casa. Cruzamos
el Río Ohio y les dije a todos que nos íbamos a parar en el primer
restaurante, para gozar de una buena comida. Les dije que comieran lo
suficiente porque no quería parar más hasta llegar a casa. Nos
paramos en un cierto lugar y entramos y pedimos la comida. Cuando
terminamos de comer, recogí las cuentas y me acerqué a la caja para
pagar y luego irnos. Y por otra parte del restaurante salió el Hermano
Branham. Llegó
hasta donde yo estaba y dijo: "¡Qué coincidencia encontrarme con
Uds. nuevamente!" Entonces
le dije: "Hermano Branham, tenemos problemas." Dijo:
"¿Así es?" Dije:
"Sí señor. En el carro tengo un cilindro del freno muy malo, y no
hay reparación sino hasta mañana. La Hermana Smith está enferma y nos
urge llegar a casa. Es un camino muy largo y tenemos algunos cerros que
cruzar." No
se puso a orar. Sólo se detuvo por un instante, luego me miró y dijo:
"Tengan mucho cuidado, y sigan por su camino. Todo estará
bien." Me
acuerdo que le tocó a la Hermana Smith en el hombro y le dijo:
"Regrese a su hogar, Ud. estará bien." Nos subimos al carro y
emprendimos el viaje. Le pregunté a la Hermana Smith: "¿Cómo se
siente Ud.?" Me
respondió: "¡Nunca en mi vida he sentido mejor!" La miré, y
tenía su color normal. Unos momentos antes estaba pálida y sudando, y
estaba enferma con dolores. Ahora,
la gente puede decir lo que guste al respecto, pero aquí está lo que
creo yo. Uds. han leído de la creación de las ardillas; han leído de
cuando se le devolvió la vida al pez; han leído de la Hermana Hattie
Wright Mosier, y lo que ocurrió en su hogar. Esa fue la Palabra
Hablada, y muchos se han referido a esos ejemplos como la Tercera Etapa.
Pero quiero decir que yo creo que nosotros también hemos sido hechos
beneficiarios de la Palabra Hablada. El Hermano Branham no oró a Dios a
favor nuestro. Simplemente nos dijo qué debiéramos hacer, y a medida
que obedecimos lo que él nos dijo, las cosas comenzaron a acontecer en
nuestras vidas. Seguimos
por la carretera, gozosos por la sanidad de nuestra Hermana Smith. Al
rato se puso oscuro, y estábamos cruzando las Montañas Smokey,
saliendo de Tennessee y entrando a Carolina del Norte, allí por la
reserva de los Indios Cherokee. Por esa parte de la carretera está una
bajada muy larga, y por alguna razón yo ni había pensado en los frenos
hasta entonces, y me di cuenta que no me había parado para añadir el líquido
al cilindro principal. Había cruzado ese cerro varias veces y sabía
que el camino estaba empinado y largo. De vez en cuando tocaba el freno,
y estaba bien, muy bien. Cuando casi llegamos hasta abajo, les dije a
los demás: "No le he añadido ni una sola gota de líquido al
cilindro desde que salimos del restaurante, y el freno está igual a
como si estuviera nuevo." Entonces
nos dimos cuenta de que el Señor también había sanado el automóvil,
habiendo parado el derrame del liquido por aquel cilindro quebrado. Nos
regocijamos por todo el camino hasta llegar a casa. Estábamos tan
contentos al darnos cuenta de que Dios había obrado un milagro tan
maravilloso. Me
quedé con ese carro por algunos años, y por todo el tiempo que lo
tuve, nunca tuve que reparar ese cilindro del freno. Tampoco le tuve que
añadir líquido al cilindro principal. Dios es un Dios maravilloso. Espero
que este testimonio sea una bendición para alguien en alguna parte,
para hacerles saber que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por todos
los siglos. Yo pienso mucho en lo que el Hermano Branham dijo aquel día,
parado allí en Beck's Grill, cuando se puso las manos en la cabeza y
dijo que le había consultado a Dios que le mostrara si era El, o si
estaba perdiendo la mente. Luego me pongo a escuchar el mensaje El
Futuro Hogar De La Novia Terrenal Y El Novio Celestial, y sé
que es una revelación de Dios Todopoderoso. Dios bajó, y para el
beneficio de Su Novia, nos permitió ver un poco de cómo es de aquel
lado. Que el Señor les bendiga. El Hermano Gerald Cleveland vive en Anderson, Carolina del Sur.
|