El Llamado de

 

 

En esta fotografía tomada en 1962, está el Hermano Branham parado junto al muro de piedra que forma la entrada de su casa en la calle Ewing en Jeffersonville, Indiana. Al lado izquierdo en la parte baja de la foto se ve el marcador, indicando hasta donde tendrían que mover las piedras para la ampliación de la calle.

 

    Desde su sitio rocoso allá en lo alto sobre el valle, el águila vigila el horizonte oriental donde los rayos dorados y púrpuras anuncian la salida del sol. Al poco tiempo los rayos resplandecientes pasarán por el risco distante para tornar el cielo en un color de turquesa brillante y calentar la arena del desierto, creando las olas termales en que se monta el águila. Sin tomar en cuenta la ciudad que aún duerme a sus pies, él extiende sus alas, anticipando las corrientes de aire que lo elevarán a los cielos.

    En las sombras matutinas se disciernen los perfiles de los cactos saguaro centenarios, los cuales abundan al lado sur de las lomas del cerro Catalina, y están con sus brazos siempre alzados en alabanza a su Creador. Lentamente llegan al enfoque los esqueletos misteriosos del mesqite, el palo verde, la yuca, y la mata creosota mientras que el cielo se torna en un color gris de perla, y la ciudad en el valle despierta.

    Según algunos historiadores, el nombre ‘Tucson’ se deriva de la palabra ‘Sluyk-son’ empleada por los Indios Pima para describir el agua negra que corría por la base de las montañas. El agua negra ya desapareció, pero el nombre perdura. Tucson es una ciudad tan antigua como América, y es la comunidad de ocupación más continua en todos los Estados Unidos. Fue a este oasis en el desierto de Arizona a donde el profeta trajo su familia en 1963, sabiendo que en breve él estaría saliendo al desierto. Dios había extendido un llamado a Su profeta Elías para un tiempo de comunión.

    Cuando William Branham llegó a Tucson con su familia en enero de 1963, siendo ya un hombre de cincuenta y tres años, Arizona no era un territorio desconocido. Desde niño, un genuino amor del campo abierto fue revelado en su naturaleza, y su anhelo de la vida solitaria de un llanero lo destacó de los demás niños de su misma edad. Cuando ya pudo leer, se le encendió la imaginación al gozarse con el autor del oeste, Zane Grey. Las historias de Grey de exploradores, colonos, ganaderos, Indios, traidores, señoritas honradas, y vaqueros que vivían según el Código del Oeste1, todo representaba al joven Billy la vida ideal. Era un lugar donde la autoridad siempre estaba claramente definida y estable, se distinguía el bien del mal, y un hombre podía hallar significado para su vida. Para él, Arizona era el lugar donde todo se podía lograr; era la tierra de sus sueños.

    1927 era un año muy oportuno en la vida de Billy. Para su gran asombro y deleite, le fue ofrecida la oportunidad de viajar a Arizona con una familia llamada Francisco. El Sr. Francisco precisaba de alguien que le ayudase de chofer; y conociendo los anhelos de Billy respecto a una vida en los llanos, le ofreció el puesto. Sin tener que decirlo, la oferta fue aceptada rápidamente, y con sus pocas pertenencias en una pequeña bolsa de lona, a los diecinueve años Billy se encontraba rumbo al oeste. El no tenía ningún plan de volver a Indiana.

    Gastaron casi quince días en recorrer las dos mil millas (la velocidad mediana era de veinticinco millas por hora), ¡pero qué tiempo tan emocionante para un joven que nunca había salido del valle del Río Ohio! Mientras que los demás se quejaban de la falta de comodidades a lo largo del viaje, Billy se estaba gozando con las vistas panorámicas de los llanos. Al ver la artemisa y demás plantas del desierto que crecían junto al camino, él les cantaba a los otros pasajeros cansados de la tierra que quedaba más allá de la Divisoria Continental. En veces, causando desesperación entre los demás, él trataba de imitar a los vaqueros con el ‘yodel’, lo cual es una forma de cantar cambiando frecuentemente de la voz natural a la voz de falsete y viceversa.

    Por fin llegaron a Phoenix en el mes de diciembre, y al poco tiempo Billy había conseguido empleo en un rancho en las afueras de la ciudad. Los detalles de los próximos meses le quedaron vivamente impresionados en la memoria a Billy por toda la vida. Durante los años de su ministerio, frecuentemente aludía en sus sermones a los episodios de aquellos días, hablando de exploradores, vaqueros, y las dificultades de la vida en el desierto, de tal forma que claramente mostraban su experiencia de primera mano. Pero su tiempo en Arizona fue abreviado, y en 1929 fue llamado a regresar a Jeffersonville para el funeral de su hermano Eduardo.

    El año era 1946, y el pueblo vaquero y polvoroso que antes era Phoenix, ahora se había esparcido por todo el 'Valle del Sol' como un fuego sin fronteras. En lugar del vaquero con su pistola apareció el agricultor con sus herramientas, ya que era tiempo de guerra y había mucha demanda de algodón y la carne de res, proveyendo el ímpetu para el nacimiento de una sociedad agrícola. Una temporada de cambios estaba barriendo la tierra.

    Y así como el agua estaba cambiando la apariencia del desierto, la sequía espiritual conocida durante los años de la Segunda Guerra Mundial también estaba siendo finalizada por una poderosa obra de Dios. Un ministro recuerda el año 1946 como “el año de preparación”; otros percibían una nueva ola de anticipación. Una nueva generación estaba hambrienta para recibir avivamiento, y, para una demostración del poder milagroso.2

    En el año 1946 el ministerio de William Branham explotó contra el respaldo del movimiento pentecostal en América. Multitudes numerando en los miles se reunían para escuchar su mensaje y para atestiguar los milagros que vindicaban su ministerio. Rápidamente se corrió la voz entre la gente que verdaderamente este era un hombre de Dios, y algunos hasta le llamaban de profeta. Los ojos ciegos fueron abiertos, los cojos caminaban nuevamente, y hasta los muertos fueron resucitados. Era como si los días de Jesús se estaban repitiendo.

    “Branham había pegado justamente en el hueso del pentecostalismo, donde existía una tremenda hambre del mensaje del poder milagroso.”3 En estas reuniones es donde nació el avivamiento americano de sanidad después de la Segunda Guerra Mundial.

    “Branham no parecía ser un líder. Por varios años había sido pastor en una pequeña iglesia Bautista independiente; fue introducido al mundo pentecostal por los despreciados Pentecostales de la Unidad; su predicación no tenía fluidez y era increíblemente sencillo. Sin embargo, William Branham llegó a ser profeta para una generación.”4

    Durante los primeros años de su ministerio de Campañas de Sanidad, el Hermano Branham tuvo varias reuniones en Phoenix y en los alrededores. Qué sensaciones de destino habrá experimentado mientras predicaba cada noche a los centenares de personas que se reunían cerca del mismo lugar, donde veinte años antes él había correteado los burros y soñado de pasar el resto de su vida como un vaquero. Durante los veinte años de su ministerio mundial, el Hermano Branham predicó más de ciento once mensajes en la región de Phoenix.

    Para el Hermano Branham, algunas de las reuniones de mayor éxito fueron las que tuvo en la Reserva Indígena de San Carlos, que queda como a 50 millas al oriente de Phoenix. Cuando menos en tres ocasiones ministró a la gente en ese lugar, dando fuerza al vinculo espiritual y natural que sentía con ‘la gente de la tierra.’

    La simplicidad de sus palabras, como también la manera humilde en que las pronunciaba, atraía gente de todo rango social al Hermano Branham. Su esfuerzo de llevar el mensaje que Dios le había dado a la gente de todos los caminos de la vida, sin consideración de credo, color, o condición financiera, y la falta del deseo de acumular posesiones materiales, fijó un precedente a la cual todos los predicadores que habrían de seguirle sabiamente hubieran imitado. Esto era mucho más que cualquier avivamiento de salvación, liberación, sanidad y Espíritu Santo. William Branham trajo un mensaje de amor y unidad a un mundo religioso que de alguna manera había perdido el contacto con el Dios que servía.

    Aunque de vez en cuando tuvo una línea de oración al final de la reunión, ya para mediados de la década del 50 el enfoque principal del ministerio de William Branham era la enseñanza de la doctrina. Muchos de los ministros que en tiempos anteriores habían competido para ser el patrocinador de sus reuniones, ahora estaban retrocediendo de las doctrinas que él pronunciaba con ASÍ DICE EL SEÑOR.

    En enero de 1958, hubo una secuencia de eventos que prepararían la escena para una nueva fase del ministerio del Hermano Branham.

    Gene y Mary Norman invirtieron una buena cantidad de dinero y esfuerzo en anunciar las reuniones en Waterloo, Iowa. Eran amigos del Hermano Branham y deseaban que las reuniones que estaban patrocinando en su ciudad fueran memorables. Uno de los eventos en el itinerario era un desayuno, siendo la intención que fuera un tiempo especial de compañerismo para el Hermano Branham y los pastores locales.

    Sin embargo, el desayuno ministerial no procedió según el plan. En un premeditado acto de incultura, diez de los ministros invitados de repente se pusieron de pie y se marcharon mientras el Hermano Branham aún estaba hablando.

    Adolorido y avergonzado, el Hermano Norman comenzó a disculparse ante el Hermano Branham mientras lo llevaba nuevamente al hotel después del desayuno. Para su sorpresa, el Hermano Branham de repente miró hacia él y dijo: “Hermano Gene, abandone este lugar y váyase al oeste. Este lugar está bajo juicio.”

    El Hermano Gene nos relata:

“Sabíamos que el Hermano Branham era un profeta, así que nunca hubo la primera duda de que si nos iríamos o no. Duré como seis meses en vender mi fábrica de dulces y nuestra casa. Luego empacamos nuestras cosas y salimos hacia el oeste, sin saber en realidad a dónde debiéramos ir.”

    “Nos detuvimos en el Gran Cañón por algunos días, y decidimos que no nos gustaba mucho ese ambiente, y luego bajamos a Phoenix. Allí tampoco nos gustó. Entonces vinimos hasta Tucson, y aquí nos quedamos anclados. Hasta donde sabíamos, el Hermano Branham nunca había estado en Tucson, pero nosotros sentimos que estábamos en el lugar correcto, a pesar de que no había nadie con quien tener compañerismo que creía el Mensaje.”

    Algunos años más tarde, en diciembre de 1962, en el mensaje titulado “Señores, ¿Es Este El Tiempo?” el Hermano Branham habló de aun otro evento que ocurrió en las reuniones de Waterloo:

    “Un día, hace ya como cinco años, viniendo de donde vivía el Hermano Norman, yo venía manejando por la carretera. Acababa de tener un culto allá y el Señor nuestro Dios se me apareció en una visión.”

    “Yo estaba sentado frente a la entrada de mi casa. Y parecía que el clima estaba muy malo. En esta visión yo vi que había algo que había pasado por la calle, y había piedras regadas por todo el patio. Había mucha maquinaria a lo largo de la calle, y habían cortado muchos árboles y los habían desarraigado. Y yo di la vuelta para entrar a mi casa y la entrada estaba toda tapada con piedras. Y me bajé del carro para preguntarle al trabajador: “¿Para qué es todo esto?”

    Y él se me puso muy bravo. Me dio un empujón y dijo: “Así es con Uds. los predicadores.”

    Le dije: “Yo solamente le pregunto ¿por qué hace Ud. esto? Ya se metieron a mi terreno. ¿Por qué hizo Ud. esto?” Me dio un empujón y por poco me dio una bofetada. Pensé: “Le voy a decir que no sabe de qué está hablando.”

    Entonces una voz me habló y dijo: “No hagas eso. Tú eres un ministro.”

    Y yo dije: “Muy bien.”

    Entonces di la media vuelta, y hacia mi derecha, allí frente a la entrada, estaba uno de aquellos antiguos furgones del llano, una carreta de caballos, con los caballos enganchados. Y sentada al lado de donde se sentaría el que maneja, estaba mi esposa. Me fijé en la parte de atrás, y allí estaban mis hijos. Me subí al furgón, y le dije a mi esposa: “Querida, ya no puedo aguantar más.”

    Entonces levanté las riendas, jalé el caballo delantero, y arrancamos, dirigiéndonos al oeste. Y una voz me dijo: "Cuando esto suceda, entonces ve hacia el oeste."

    Había un evento más por suceder que entonces cerraría el círculo completo de esta serie de eventos paradójicos, como el Hermano Gene Norman habría de comprender próximamente:

    Ya para terminar el año 1962, recibí una llamada telefónica desde Jeffersonville. Era el Hermano Branham, y me dijo: ‘Hermano Gene, búscame un lugar donde vivir en Tucson. Me estoy mudando al oeste.’

    “Entonces supe por qué Dios había dirigido nuestros pasos hasta Tucson. No sabíamos por qué el Hermano Branham había escogido mudarse a este lugar, pero estábamos agradecidos que aquí estábamos para preparar un hogar a donde podía llegar con su familia.”

 

  1. Una serie de costumbres ordenadas, y algo ideales de la zona fronteriza que con frecuencia era la única ley del territorio. Según el código, la palabra de un hombre era su contrato, a los extranjeros siempre se les mostraba hospitalidad, el hurtar ganado y el robar caballos era pecado, el dispararle a un hombre sin arma era algo despreciable, y una venta se podía sellar con un apretón de manos.

  2. All Things Are Possible, por David Edwing Harrell Jr., Indiana University Press, página 18.

  3. Ibídem, página 30.

  4. Ibídem, página 25.