El Llamado de |
||||
Desde
su sitio rocoso allá en lo alto sobre el valle, el águila vigila el
horizonte oriental donde los rayos dorados y púrpuras anuncian la salida
del sol. Al poco tiempo los rayos resplandecientes pasarán por el risco
distante para tornar el cielo en un color de turquesa brillante y calentar
la arena del desierto, creando las olas termales en que se monta el águila.
Sin tomar en cuenta la ciudad que aún duerme a sus pies, él extiende sus
alas, anticipando las corrientes de aire que lo elevarán a los cielos. En
las sombras matutinas se disciernen los perfiles de los cactos saguaro
centenarios, los cuales abundan al lado sur de las lomas del cerro
Catalina, y están con sus brazos siempre alzados en alabanza a su
Creador. Lentamente llegan al enfoque los esqueletos misteriosos del
mesqite, el palo verde, la yuca, y la mata creosota mientras que el cielo
se torna en un color gris de perla, y la ciudad en el valle despierta. Según
algunos historiadores, el nombre ‘Tucson’ se deriva de la palabra
‘Sluyk-son’ empleada por los Indios Pima para describir el agua negra
que corría por la base de las montañas. El agua negra ya desapareció,
pero el nombre perdura. Tucson es una ciudad tan antigua como América, y
es la comunidad de ocupación más continua en todos los Estados Unidos.
Fue a este oasis en el desierto de Arizona a donde el profeta trajo su
familia en 1963, sabiendo que en breve él estaría saliendo al desierto.
Dios había extendido un llamado a Su profeta Elías para un tiempo de
comunión. Cuando
William Branham llegó a Tucson con su familia en enero de 1963, siendo ya
un hombre de cincuenta y tres años, Arizona no era un territorio
desconocido. Desde niño, un genuino amor del campo abierto fue revelado
en su naturaleza, y su anhelo de la vida solitaria de un llanero lo destacó
de los demás niños de su misma edad. Cuando ya pudo leer, se le encendió
la imaginación al gozarse con el autor del oeste, Zane Grey. Las
historias de Grey de exploradores, colonos, ganaderos, Indios, traidores,
señoritas honradas, y vaqueros que vivían según el Código del Oeste1,
todo representaba al joven Billy la vida ideal. Era un lugar donde la
autoridad siempre estaba claramente definida y estable, se distinguía el
bien del mal, y un hombre podía hallar significado para su vida. Para él,
Arizona era el lugar donde todo se podía lograr; era la tierra de sus sueños. 1927
era un año muy oportuno en la vida de Billy. Para su gran asombro y
deleite, le fue ofrecida la oportunidad de viajar a Arizona con una
familia llamada Francisco. El Sr. Francisco precisaba de alguien que le
ayudase de chofer; y conociendo los anhelos de Billy respecto a una vida
en los llanos, le ofreció el puesto. Sin tener que decirlo, la oferta fue
aceptada rápidamente, y con sus pocas pertenencias en una pequeña bolsa
de lona, a los diecinueve años Billy se encontraba rumbo al oeste. El no
tenía ningún plan de volver a Indiana. Gastaron
casi quince días en recorrer las dos mil millas (la velocidad mediana era
de veinticinco millas por hora), ¡pero qué tiempo tan emocionante para
un joven que nunca había salido del valle del Río Ohio! Mientras que los
demás se quejaban de la falta de comodidades a lo largo del viaje, Billy
se estaba gozando con las vistas panorámicas de los llanos. Al ver la
artemisa y demás plantas del desierto que crecían junto al camino, él
les cantaba a los otros pasajeros cansados de la tierra que quedaba más
allá de la Divisoria Continental. En veces, causando desesperación entre
los demás, él trataba de imitar a los vaqueros con el ‘yodel’, lo
cual es una forma de cantar cambiando frecuentemente de la voz natural a
la voz de falsete y viceversa. Por
fin llegaron a Phoenix en el mes de diciembre, y al poco tiempo Billy había
conseguido empleo en un rancho en las afueras de la ciudad. Los detalles
de los próximos meses le quedaron vivamente impresionados en la memoria a
Billy por toda la vida. Durante los años de su ministerio, frecuentemente
aludía en sus sermones a los episodios de aquellos días, hablando de
exploradores, vaqueros, y las dificultades de la vida en el desierto, de
tal forma que claramente mostraban su experiencia de primera mano. Pero su
tiempo en Arizona fue abreviado, y en 1929 fue llamado a regresar a
Jeffersonville para el funeral de su hermano Eduardo. El
año era 1946, y el pueblo vaquero y polvoroso que antes era Phoenix,
ahora se había esparcido por todo el 'Valle del Sol' como un fuego sin
fronteras. En lugar del vaquero con su pistola apareció el agricultor con
sus herramientas, ya que era tiempo de guerra y había mucha demanda de
algodón y la carne de res, proveyendo el ímpetu para el nacimiento de
una sociedad agrícola. Una temporada de cambios estaba barriendo la
tierra. Y
así como el agua estaba cambiando la apariencia del desierto, la sequía
espiritual conocida durante los años de la Segunda Guerra Mundial también
estaba siendo finalizada por una poderosa obra de Dios. Un ministro
recuerda el año 1946 como “el año de preparación”; otros percibían
una nueva ola de anticipación. Una nueva generación estaba hambrienta
para recibir avivamiento, y, para una demostración del poder milagroso.2
En el año 1946 el ministerio de
William Branham explotó contra el respaldo del movimiento pentecostal en
América. Multitudes numerando en los miles se reunían para escuchar su
mensaje y para atestiguar los milagros que vindicaban su ministerio. Rápidamente
se corrió la voz entre la gente que verdaderamente este era un hombre de
Dios, y algunos hasta le llamaban de profeta. Los ojos ciegos fueron
abiertos, los cojos caminaban nuevamente, y hasta los muertos fueron
resucitados. Era como si los días de Jesús se estaban repitiendo. “Branham
había pegado justamente en el hueso del pentecostalismo, donde existía
una tremenda hambre del mensaje del poder milagroso.”3
En estas reuniones es donde nació el avivamiento americano de sanidad
después de la Segunda Guerra Mundial. “Branham
no parecía ser un líder. Por varios años había sido pastor en una
pequeña iglesia Bautista independiente; fue introducido al mundo
pentecostal por los despreciados Pentecostales de la Unidad; su predicación
no tenía fluidez y era increíblemente sencillo. Sin embargo, William
Branham llegó a ser profeta para una generación.”4 Durante
los primeros años de su ministerio de Campañas de Sanidad, el Hermano
Branham tuvo varias reuniones en Phoenix y en los alrededores. Qué
sensaciones de destino habrá experimentado mientras predicaba cada noche
a los centenares de personas que se reunían cerca del mismo lugar, donde
veinte años antes él había correteado los burros y soñado de pasar el
resto de su vida como un vaquero. Durante los veinte años de su
ministerio mundial, el Hermano Branham predicó más de ciento once
mensajes en la región de Phoenix. Para
el Hermano Branham, algunas de las reuniones de mayor éxito fueron las
que tuvo en la Reserva Indígena de San Carlos, que queda como a 50 millas
al oriente de Phoenix. Cuando menos en tres ocasiones ministró a la gente
en ese lugar, dando fuerza al vinculo espiritual y natural que sentía con
‘la gente de la tierra.’ La
simplicidad de sus palabras, como también la manera humilde en que las
pronunciaba, atraía gente de todo rango social al Hermano Branham. Su
esfuerzo de llevar el mensaje que Dios le había dado a la gente de todos
los caminos de la vida, sin consideración de credo, color, o condición
financiera, y la falta del deseo de acumular posesiones materiales, fijó
un precedente a la cual todos los predicadores que habrían de seguirle
sabiamente hubieran imitado. Esto era mucho más que cualquier avivamiento
de salvación, liberación, sanidad y Espíritu Santo. William Branham
trajo un mensaje de amor y unidad a un mundo religioso que de alguna
manera había perdido el contacto con el Dios que servía. Aunque
de vez en cuando tuvo una línea de oración al final de la reunión, ya
para mediados de la década del 50 el enfoque principal del ministerio de
William Branham era la enseñanza de la doctrina. Muchos de los ministros
que en tiempos anteriores habían competido para ser el patrocinador de
sus reuniones, ahora estaban retrocediendo de las doctrinas que él
pronunciaba con ASÍ DICE EL SEÑOR. En
enero de 1958, hubo una secuencia de eventos que prepararían la escena
para una nueva fase del ministerio del Hermano Branham. Gene
y Mary Norman invirtieron una buena cantidad de dinero y esfuerzo en
anunciar las reuniones en Waterloo, Iowa. Eran amigos del Hermano Branham
y deseaban que las reuniones que estaban patrocinando en su ciudad fueran
memorables. Uno de los eventos en el itinerario era un desayuno, siendo la
intención que fuera un tiempo especial de compañerismo para el Hermano
Branham y los pastores locales. Sin
embargo, el desayuno ministerial no procedió según el plan. En un
premeditado acto de incultura, diez de los ministros invitados de repente
se pusieron de pie y se marcharon mientras el Hermano Branham aún estaba
hablando. Adolorido
y avergonzado, el Hermano Norman comenzó a disculparse ante el Hermano
Branham mientras lo llevaba nuevamente al hotel después del desayuno.
Para su sorpresa, el Hermano Branham de repente miró hacia él y dijo:
“Hermano Gene, abandone este lugar y váyase al oeste. Este lugar está
bajo juicio.” El
Hermano Gene nos relata: “Sabíamos
que el Hermano Branham era un profeta, así que nunca hubo la primera duda
de que si nos iríamos o no. Duré como seis meses en vender mi fábrica
de dulces y nuestra casa. Luego empacamos nuestras cosas y salimos hacia
el oeste, sin saber en realidad a dónde debiéramos ir.” “Nos
detuvimos en el Gran Cañón por algunos días, y decidimos que no nos
gustaba mucho ese ambiente, y luego bajamos a Phoenix. Allí tampoco nos
gustó. Entonces vinimos hasta Tucson, y aquí nos quedamos anclados.
Hasta donde sabíamos, el Hermano Branham nunca había estado en Tucson,
pero nosotros sentimos que estábamos en el lugar correcto, a pesar de que
no había nadie con quien tener compañerismo que creía el Mensaje.” Algunos
años más tarde, en diciembre de 1962, en el mensaje titulado “Señores,
¿Es Este El Tiempo?” el Hermano Branham habló de aun otro evento que
ocurrió en las reuniones de Waterloo: “Un
día, hace ya como cinco años, viniendo de donde vivía el Hermano
Norman, yo venía manejando por la carretera. Acababa de tener un culto
allá y el Señor nuestro Dios se me apareció en una visión.” “Yo
estaba sentado frente a la entrada de mi casa. Y parecía que el clima
estaba muy malo. En esta visión yo vi que había algo que había pasado
por la calle, y había piedras regadas por todo el patio. Había mucha
maquinaria a lo largo de la calle, y habían cortado muchos árboles y los
habían desarraigado. Y yo di la vuelta para entrar a mi casa y la entrada
estaba toda tapada con piedras. Y me bajé del carro para preguntarle al
trabajador: “¿Para qué es todo esto?” Y
él se me puso muy bravo. Me dio un empujón y dijo: “Así es con Uds.
los predicadores.” Le
dije: “Yo solamente le pregunto ¿por qué hace Ud. esto? Ya se metieron
a mi terreno. ¿Por qué hizo Ud. esto?” Me dio un empujón y por poco
me dio una bofetada. Pensé: “Le voy a decir que no sabe de qué está
hablando.” Entonces
una voz me habló y dijo: “No hagas eso. Tú eres un ministro.” Y
yo dije: “Muy bien.” Entonces
di la media vuelta, y hacia mi derecha, allí frente a la entrada, estaba
uno de aquellos antiguos furgones del llano, una carreta de caballos, con
los caballos enganchados. Y sentada al lado de donde se sentaría el que
maneja, estaba mi esposa. Me fijé en la parte de atrás, y allí estaban
mis hijos. Me subí al furgón, y le dije a mi esposa: “Querida, ya no
puedo aguantar más.” Entonces
levanté las riendas, jalé el caballo delantero, y arrancamos, dirigiéndonos
al oeste. Y una voz me dijo: "Cuando esto suceda, entonces ve hacia
el oeste." Había
un evento más por suceder que entonces cerraría el círculo completo de
esta serie de eventos paradójicos, como el Hermano Gene Norman habría de
comprender próximamente:
Ya para terminar el año 1962, recibí
una llamada telefónica desde Jeffersonville. Era el Hermano Branham, y me
dijo: ‘Hermano Gene, búscame un lugar donde vivir en Tucson. Me estoy
mudando al oeste.’ “Entonces supe por qué Dios había dirigido nuestros pasos hasta Tucson. No sabíamos por qué el Hermano Branham había escogido mudarse a este lugar, pero estábamos agradecidos que aquí estábamos para preparar un hogar a donde podía llegar con su familia.”
|
||||